Después de las independencias, en el siglo XIX, aparece un nuevo fenómeno en Hispanoamérica: el caudillismo. Rosas en Argentina, López en Paraguay, Carrera en Guatemala o Arévalo en Ecuador, son jefes militares o grandes propietarios, y se les conoce por su autoritarismo como por el uso de la fidelidad de su clientela para tomar el poder, ya sea por la violencia o por vía electoral. Aunque sea muy difícil establecer una tipología estricta del caudillo en el siglo XIX – ya que cada país tenía su realidad propia, su historia y sus grandes figuras – parece sin embargo interesante recalcar algunos rasgos comunes a aquellos caudillos que marcaron la historia de estas regiones principalmente entre 1830 y 1860.
La historiografía solía ver al caudillismo como un vicio de la democracia, como un fenómeno exógeno que impidió el paso natural hacia repúblicas modernas, hacia la democracia. A menudo son vistos como hombres de poder, tíranos demagógicos, casi dictadores que sólo desempañaron un papel negativo en la vida latino-americana. Entonces, necesitamos tomar distancia frente a esta visión demasiado simplista de la realidad. De hecho, establecer una tipología de los caudillos se revela una tarea mucho más compleja. Estas figuras son el producto directo del choque de las independencias, nacieron de un dualismo socio-político, y por eso representaron un paso entre el antiguo régimen y los nuevos estados, entre tradición y modernidad política.
[...] El uso de prácticas políticas modernas Los caudillos estaban entre dos mundos, el antiguo y el moderno, el rural y el urbano, el iletrado y el ilustrado. De hecho, tenían a menudo una educación, y defendían ideas liberales. Es decir que no eran ignorantes en cuanto a las ideas de las luces. Eran ciudadanos concientes y en relación con el gobierno central. Puede parecer contradictorio con lo que hemos enseñado antes. En realidad, es en esto que estriba la complejidad de la figura del caudillo, que al mismo tiempo compagina la tradición, las antiguas prácticas y la introducción de la modernidad política. [...]
[...] Por supuesto eran demagógicos y populistas, pero poseían un carisma y un interés por la población que dirigían que les permitían asentar su poder sobre una base legítima. O sea, es verdad que las prácticas relevaban más bien de la tradición del antiguo régimen, pero la voluntad de legitimidad popular refiere directamente a los principios de las luces, en oposición a los regímenes tiránicos de la aristocracia. Los caudillos no eran sólo hombres de poder, sino querían servir el pueblo, defender sus derechos, protegerlo y asegurar la paz. [...]
[...] Por eso los caudillos generalmente eran favorables a un sistema federal, en oposición a la visión unificadora de los liberales. Este sistema de poder local se manifestaba a través de los vínculos muy estrechos que mantenían los caudillos con la población. Su poder se fundaba en una red de relaciones familiares, de lazos personales o profesionales, en un sistema de clientelismo muy fuerte. La noción de actor colectivo es esencial para entender como funcionaba el caudillismo; se necesita enterarse de la importancia de la colectividad, pero de una colectividad muy jerarquizada, representada por una figura, por un hombre. [...]
[...] Tipología del Caudillo en el siglo XIX Después de las independencias, en el siglo XIX, aparece un nuevo fenómeno en Hispanoamérica: el caudillismo. Rosas en Argentina, López en Paraguay, Carrera en Guatemala o Arévalo en Ecuador, son jefes militares o grandes propietarios, y se les conoce por su autoritarismo como por el uso de la fidelidad de su clientela para tomar el poder, ya sea por la violencia o por vía electoral. Aunque sea muy difícil establecer una tipología estricta del caudillo en el siglo XIX ya que cada país tenía su realidad propia, su historia y sus grandes figuras parece sin embargo interesante recalcar algunos rasgos comunes a aquellos caudillos que marcaron la historia de estas regiones principalmente entre 1830 y 1860. [...]
[...] Los Caudillos, figuras del antiguo régimen A. Un poder construido sobre las antiguas estructuras sociales El fenómeno del caudillismo, aunque nacido de una coyuntura particular, estaba profundamente enraizado en la antigua estructura social hispanoamericana. Igual que en España, con la tradición del caciquismo, la dominación de jefes en las comunidades rurales donde la administración colonial pocas veces se había extendido seguía siendo vigente una vez logradas las independencias. También en otras regiones, donde los Españoles poseían grandes haciendas, la población solía ser dominaba y protegida por estas figuras que se presentan como mucho más reales que lo que podía ser el rey. [...]
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