En los textos que remiten a la historia del concepto de opinión pública, se pueden enfatizar cuatro temas con los que los diferentes autores toman posición: la visión del público como una unidad o una multitud ; la jerarquía existente en este mismo público ; la competencia del ciudadano y el uso de la emoción o de la razón en los discursos políticos.
El primer tema que vamos a analizar es el de la unidad o de la multitud en la visión misma del público. Rousseau, como lo vamos a ver en la pregunta siguiente, ve la sociedad como un fenómeno supra-individual inherentemente colectivo. Los individuos se unen en la firma de un mismo contrato ficticio constituyendo así una voluntad general una, indivisible e inalienable.
[...] La opinión pública es un agrego. Price lo muestra por el estudio de varios grupos como los de multitud o de masa. Por otro lado, Lippman muestra como el uso político de los símbolos sirve para unir la sociedad. Actúa como un mecanismo de solidaridad, “anula la intención personal, neutraliza la discriminación y ofusca el propósito individual, inmoviliza la personalidad pero, al mismo tiempo, agudiza enormemente la intención del grupo y lo consolida”[2]. Muestra que la opinión pública no se puede constituir por la agregación de las opiniones individuales sino que tiene una existencia global y unida: programas no se generan de manera sincrónica en una multitud de mentes, no porque la multitud de mentes sea necesariamente inferior a la mente de los dirigentes sino porque el pensamiento es función de un organismo, y una masa no es un organismo”[3]. [...]
[...] Como dice Tocqueville, la gente “teme el aislamiento más que el error” o como lo expresa Locke, cualquier violación de la ley de la moda hace sufrir inmediatamente al individuo al perder la simpatía y la estima de su entorno social. Hay una verdadera presión social. Price muestra, a la diferencia de Habermas, que las clases que modelan la opinión pública no son únicamente las más altas. Más bien, depende de los asuntos que hacen debate en el momento. En un sistema democrático, es importante que todas las clases muestren su opinión política a un momento dado. El público políticamente activo es cambiante, heterogéneo, transitorio[9]. La noción misma de un público activo implica la existencia de un público pasivo. [...]
[...] Price muestra que uno de los problemas que ocurren en el estudio del concepto de opinión pública es la falta de comprensión. Pone en duda la capacidad del público en general para dirigir los asuntos públicos. Este tema fue muy desarrollado en la historia del estudio del concepto de opinión pública y particularmente en Platón y en los pensadores de la Ilustración. Desarrolla en su texto la idea de Lippman según la cual la teoría democrática pide demasiado a los ciudadanos ordinarios esperando de ellos que se componen como legisladores activos e implicados en todos los asuntos del momento. [...]
[...] Las emociones tienen una importancia central ya que es lo que queda en la mente de un público cuando las ideas vagas se olviden (Lippman). Permite unir la gente. Así, en frente de gente con ideas políticas diferentes, un mismo estimulo puede producir una misma opinión. Estas tendencias se pueden unir con un mismo símbolo. Lippman toma el ejemplo de los Catorce puntos de Wilson diciendo que eran declaración de las generalizaciones populares en las cuales todo el mundo, en esa época, decía creer”[14]. Rousseau ya, en su Contrato social, hablaba de la necesidad de llamar a los símbolos. [...]
[...] Hay una jerarquía en el rol político de los ciudadanos en la sociedad. Lippman lo muestra haciendo la diferencia entre los elementos pasivos y activos en el público: hay los actores y los espectadores[10]. Como lo muestra Price, cada categoría tiene un papel significativo en la formación de la opinión pública y no se debe olvidar el efecto en los espectadores ya que es en la relación entre los actores y los espectadores que se encuentran los efectos de la opinión pública. [...]
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