Al leer el título, ya podemos suponer que Nicolás Guillén va a hablar no sólo de la calle desde un punto de vista material, sino que también va a hablar del efecto que a él le produce, de sus impresiones, de sus reacciones frente a ella, de todo lo que representa real y simbólicamente la calle para él. Pero quien conoce a Nicolás Guillén sabe que su propósito irá más allá, de la realidad a los sentimientos, y de los sentimientos hasta la visión humanista que mantuvo el poeta a lo largo de su vida.
Este poema forma parte del conjunto ?Taller abandonado. Esbozos de poemas? (véase p. 467). Es publicado con la extensión significativa: ?Poema inconcluso?. Podría uno referirse a la idea de texto ?abierto?, e insistir en que esa apertura le permite orientar el lector hacia la realidad.
[...] Pero ¿cómo puede el poeta transmitir su sentimiento? ¿Va a lanzarse en demostraciones costosas? ¿Tratar de convencernos de lo excepcional que puede tener un fenómeno tan común? No. Al principio usará de una serie de antítesis entre adjetivos sencillos (l. 6-9) pero de mucho rendimiento evocador.
Decir que la calle es estrecha y ancha es oponer dos aspectos: el aspecto reductor y la amplitud. La calle reduce el espacio del que disponemos, obliga a codearse con todos. Ya no es poco. Sin embargo, deshilando el carrete nos damos cuenta de que a otro nivel, la calle posee muchos aspectos reductores: excluye la intimidad, es el lugar de predilección de las convenciones sociales, a veces de la hipocresía; en la calle hay cosas que no se pueden hacer, uno está lejos de sus bases por decirlo así, nadie nos conoce, somos unos anónimos sin interés, a veces puede ser hostil, peligrosa o poco acogedora, etc.
[...] Toda la tercera estrofa está construida en términos de personificación. La palabra ?viven?, en final de verso con encabalgamiento, pone de relieve esa voluntad de animar lo inanimado. Sin edificios, calles no hay, tal evidencia podría ser la síntesis denotativa de estos siete versos, pero ¡cuánta banalidad, así dicho! El trabajo del poeta es dar vida a lo inerte, aquí edificios ?como soldados?, una de las escasas comparaciones de Nicolás Guillén, que más a menudo estila la metáfora. (...)
[...] Silenciosa y alborotada, en ella la noche se opone al día, la soledad a la muchedumbre, la ausencia a la presencia, y hasta el ruido puede llegar en ciertas condiciones a hacerse harmonía. El pacifismo de la calle es una ilusión entretenida por su aparente tranquilidad, pero la frase se quiebra de repente e irrumpe el pueblo de las revoluciones, dando voces (l. muera el rey! La ruptura sintáctica es aquí muy eficaz al pasar de repente de la descripción al grito. Así que para Nicolás Guillén la calle tiene muchísimos aspectos concurrentes. Puede ser estrecha y liberadora, triste y alegre, discreta y expresiva, pacífica y violenta. [...]
[...] Con ese retorno a la calma parece que Nicolás Guillén nos dice: ustedes, tan simple!” Quinta estrofa: El poeta sigue dirigiéndose a su lector con imperativos, convidándole a compartir su experiencia. Si no se entiende sencillamente como abrir la puerta que da a la calle, abrir la puerta de la calle, espacio naturalmente abierto, resulta ser una fórmula tan sorprendente como eficaz. Vuelve la idea de la felicidad provocada por la sencillez de los sentidos. Las anáforas no y los puntos de admiración aumentan ahora la fuerza del rechazo: en la calle, tenemos la oportunidad de ser lo que queremos y lo que somos, hombres simples, o sea fundirnos en la masa, ser pueblo, no senadores, no diputados, no alcaldes, no líderes, no profesores, no presidentes, no ministros, ya que Nicolás Guillén no confía en los que poseen el poder político, ni en los que saben hablar, ni en los que disfrutan del poder que da la ciencia, ni en los que dan lecciones. [...]
[...] La conclusión última habría de ser buscada en la realidad, cuando el lector decida de salir a la calle. Con la condición de estar dispuesto a entrar en contacto con los que no mandan y no exigen nada de nadie, es decir con el pueblo, con todo el mundo sin diferencias ni distinciones de cualquier tipo, podrá ascender a cierta forma de felicidad a la que el poeta contribuye con las armas que posee. Acabemos, de este “poema inconcluso” un comentario que podría ser infinito, por una cita de Raimundo Lazo (Cubano, Edición Biblioteca Ayacucho de Las grandes elegías, p 482): gran mérito de la poesía de Nicolás Guillén está en la magnífica y natural diversidad, coherencia y unidad sinfónica de su gran conjunto, en el que harmoniosamente concurren y se despliegan, en su momento, lo social y lo erótico, lo nacional y lo mundial, lo personal y lo humano, lo pasajero y lo de transcendencia cósmica, lo popular y lo folklórico, en esa vasta, compleja y harmoniosa unidad que requiere siempre la gran poesía”. [...]
[...] Segunda estrofa: Nicolás Guillén se dirige al lector, al y no se dirige a "ustedes", o sea a "nosotros". Bien sabe que dirigirse a todos es como dirigirse a ninguno. De modo que escoge preguntarle con mucho respeto a es decir a cada cual personalmente, si ha la calle. O sea si la ha mirado bien, si la ha observado atentamente. Invita a alcanzar el más allá de las apariencias. Nuestra visión ha de ser admirativa, cuestionadora, y casi inquisitoria. [...]
[...] Cobra aspecto de fenómeno eterno y permanente, ya que, a vista de hombre, casi “siempre” hubo, y “siempre” habrá calles. Tercera estrofa: Toda la tercera estrofa está construida en términos de personificación. La palabra en final de verso con encabalgamiento, pone de relieve esa voluntad de animar lo inanimado. Sin edificios, calles no hay, tal evidencia podría ser la síntesis denotativa de estos siete versos, pero ¡cuánta banalidad, así dicho! El trabajo del poeta es dar vida a lo inerte, aquí edificios “como soldados”, una de las escasas comparaciones de Nicolás Guillén, que más a menudo estila la metáfora. [...]
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