El fragmento propuesto forma parte del acto XX, o sea del penúltimo acto de la obra de Fernando De Rojas titulada La Celestina. Además, el fragmento estudiado concluye el acto con el monólogo de Melibea a su padre. En efecto, tras la muerte de su amante Calisto que se cayó al escalar el muro del jardín de Melibea durante una de sus visitas nocturnas, Melibea sube a la torre y desvela a su padre, su deseo de suicidarse para reunirse con su amor Calisto. Luego y para que su padre, lloroso, entienda mejor el porqué, ella decide contarle la maravillosa relación que cultivaba en secreto con el caballero difunto así como la imposibilidad de seguir viviendo en este mundo sin él.
[...] En la línea 31, otra vez, lo define como “generoso rey”. Además, esta figura es imprescindible para ayudar al lector a conocer las opiniones de otros personajes como en la línea 32, cuando se nos da a ver el desprecio de Inés por los 2 asesinos Rodrigo y Fernando: “viles caballeros”. Nos percatamos de que el Rey comparte su opinión cuando afirma en la línea 36 traidores”, lo que deja presagiar un final trágico. Para seguir tratando del punto de vista de unos personajes, el autor usa este procedimiento para explicarnos algunos acontecimientos que pasaron como cuando Melibea asegura que la caída y muerte de Calisto es, de alguna forma, culpa de la torpeza de Sempronio y Pármeno porque son “sirvientes [ ] no diestros” l.15. [...]
[...] Aquí, el autor nos presenta a un amo ciego y a su sirviente Lázaro, un niño ingenuo. Por tanto, al principio del fragmento, se nos da a ver superioridad intelectual” del ciego sobre Lázaro pero esta relación va evolucionando hasta que el niño lleve ventaja a su amo ciego. El elemento clave que nos lo dice todo de esta relación “intercambiable” aparece en la línea 18 cuando afirma que “Dios le cegó”. A partir de ahí, el “pobre ciego” l deja paso a su discípulo porque él le dio la luz, o sea el entendimiento. [...]
[...] (30 points) En La Celestina, Fernando de Rojas usa muchos mecanismos y figuras retóricas para presentar a los personajes de la historia, a semejanza de la adjetivación, muy marcada aquí. En efecto, a lo largo del fragmento estudiado, esta operación permite al autor definir y traer precisiones sociales, físicas, como en la línea 30 cuando Melibea describe a su padre Pleberio como un hombre que tiene “arrugada faz”. También pueden ser sentimentales; por ejemplo, en la línea 30 cuando Melibea dice cara é amada madre”, “amada hija” l.33, querida madre” l.8, o pueden tratar del carácter de los personajes como cuando Melibea define a la Celestina como una “astuta é sagaz mujer” l.6. [...]
[...] Este acto da un salto mortal y se hunde en la tragedia. En efecto, cabe recordar que Inés no se ha enterado todavía de la muerte de su amante, asesinado en su vuelta a Olmedo por el celoso Rodrigo y su cómplice Fernando. Por tanto, ella le confiesa el amor que siente por Alonso a su padre y éste, al igual que el rey, le da su beneplácito por el matrimonio con el galán de Olmedo. Pero aquí, se nos dan a ver las malas noticias que trae Tello. [...]
[...] En efecto, El Rey, figura sagrada que se encargaba de la justicia en aquella época, no respetó los derechos de los dos asesinos Rodrigo y Fernando al mandarlos directamente a la cárcel sin que pudieran defenderse. Lo vemos en la línea 45 cuando le dicen al Rey “Señor, escucha” al que su majestad contesta “Prendedlos” l.46. Aquí, la figura real actúa de manera absoluta y precipitada, completamente en desacuerdo con la palabra divina. Además, la actitud de los asesinos Rodrigo y Fernando es contraria a los canones impuestos a caballeros de este rango social. Los dos cómplices se mofan completamente del hecho de que Don Alonso esté desarmado. [...]
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