Cristobal Colón, navegador al servicio, Santísimos Reyes Católicos, Isabel de Castilla, pequeños criminales, rebelión, España
Después de varios meses de preparación y de esfuerzos para obtener la ayuda financiera de su Majestad la Reína Isabel de Castilla, por fin nos hemos lanzado esta mañana desde el puerto de Palos. La gente estaba muy alegre y nos deseó lo mejor al saludarnos. Llevamos tres naves y noventa marineros. La mayoría son presos y pequeños criminales que creen que encontrarán la redención si tienen la bravura de afrontar el gran océano.
[...] La población local sonríe todo el tiempo, creen que somos dioses. Las mujeres nos traen flores y comida que nunca habíamos visto, carne, frutas . Comprobé una planta que tiene gordos granos amarillos, creo que la llaman "maiz", y otra, roja, que era demasiada fuerte para mi estómago. También descubrimos animales muy extraños, como este pájaro multicolor que repite todo lo que decimos. Tengo la impresión de que estamos en el Jardín Perdido. Todo parece ser la obra de Dios, el aíre es suave, el mar es claro, la vegetación es abundante de noviembre El equipaje ya no quiere irse, se han acostrumbrado a su nueva vida, y pasan su tiempo fumando una planta de los indígenos. [...]
[...] Diario de a bordo por Cristobal Colón, navegador al servicio de los Santísimos Reyes Católicos 3 de agosto del año de gracia 1492 Después de varios meses de preparación y de esfuerzos para obtener la ayuda financiera de su Majestad la Reína Isabel de Castilla, por fin nos hemos lanzado esta mañana desde el puerto de Palos. La gente estaba muy alegre y nos deseó lo mejor al saludarnos. Llevamos tres naves y noventa marineros. La mayoría son presos y pequeños criminales que creen que encontrarán la redención si tienen la bravura de afrontar el gran océano de septiembre Hemos acostado en las islas Canarias para unos días. [...]
[...] Habían demasiados signos, los pájaros, las algas en el mar . Esperamos el alba para ser más seguros de que no era una ilusión de óptica y utilizamos barcos más pequeños para que acostaramos más fácilmente. Fuímos un grupo de veinte soldados, además del padre, del notario de la Corona y de yo. Al pisar la playa, me incliné para besar el arena y mientras que Alonso Pinzón plantó la bandera de España, firmé el acto de propiedad de esta tierra. [...]
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