El 11 de septiembre de 1973, la operación Silencio empieza, operación que debe conducir a la toma del poder por les militares. El blanco es Salvador Allende, presidente socialista elegido legalmente en América Latina.
Los actores de este golpe son miembros del Comité de los Quince, que reúne altos miembros del Ejército de Tierra, del Aire y de la Marina. Fue creado a causa de un creciente descontento militar y tiene como objetivo salir Chile de su crisis actual, integrando militares en el gobierno y estableciendo una política económica fundada en el monetarismo y el neoliberalismo.
[...] Sabemos que la dictadura de Augusto Pinochet duró 17 años pero no podemos decir exactamente cuál fue el número de víctimas, muertos, o torturados. Según El Correo, en un artículo de Diciembre de 2004, hubiera sido 35 000 casos de personas torturadas y 3 000 personas desaparecidas.
La desaparición era el método más utilizado por el régimen. Este mecanismo muy importante servía a aterrorizar la población, que toda persona tenga miedo desaparecer en todo momento, sin razón.
Ahora el problema se encuentra en la herencia dejada por el gobierno militar en materia de violación de los derechos humanos (...)
[...] De la misma manera, los militares que declararían haber actuado bajo órdenes de sus superiores podrían ser liberados de sus responsabilidades. Pero nadie puede olvidar, por ejemplo el testimonio de Carmen Vicanco años, que ha visto su marido y su hijo desaparecer en 5 de agosto de 1976. La víspera, fue su hermano y su mujer y el 10 de agosto su sobrino. Jamás volvieron. Como numerosas familias, ha visto sus allegados desaparecer en centros de detención, de tortura dirigidos por miembros de la junta militar. Esos desaparecidos eran militantes políticos, obreros, artistas y médicos, niños, mujeres, estudiantes . [...]
[...] Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente, en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las vías férreas, destruyendo los oleoductos y los gaseoductos, frente al silencio de los que tenían la obligación de proceder. Estaban comprometidos. La historia los juzgará. Seguramente radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa, me seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes, por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la patria. El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco debe humillarse. Trabajadores de mi patria, tengo fe en Chile y su destino. [...]
[...] Espero que aprovechen la lección. El capital foráneo, el imperialismo unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que señaló Schneider y reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando con mano ajena conquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios. Me dirijo, sobre todo a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros, a la obrera que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. [...]
[...] que deseaban creer en un gobierno más humano. Las palabras de un alto miembro del gobierno, colaborador de Contreras (jefe de la DINA), atestiguan de la lógica implacable del régimen: primero mataremos todos los subversivos, luego eliminaremos a sus colaboradores, luego sus simpatizantes, luego los que quedarían indiferentes, y para acabar los indecisos. Último discurso de Salvador Allende, desde la Casa de la Moneda, el 11 de septiembre de 1973 COMPATRIOTAS: Es posible que silencien las radios, y me despido de ustedes. [...]
[...] Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile, viva el pueblo, vivan los trabajadores! Estas son mis últimas palabras, teniendo la certeza de que el sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una sanción moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición. [...]
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