Comentario de texto en español redactado por un estudiante francés de instituto sobre el artículo El mendigo de la flauta de Manuel Vicent, publicado en el periódico El País
[...] Pero termina por valores más positivos que encarna el mendigo como la dignidad y la solidaridad. A través de él, quizás aparezca cierta esperanza en el hombre. [...]
[...] En efecto tienti enormes bíceps y por eso protege a la gente y disuade a los ladrones. Parece muy fuerte, es un poco atleta. Adémás, suele hacer de portero como lo vemos cuando la señora decide salir a la calle. Es muy cortés y bien se nota que la escena pasa en un barrio rico. El atraco Pero, de repente, cuando salle a la calle se le acerca a la señora por detrás un tipo patilludo con bambas y anorak, la derriba con una llave de yudo La escena pasa muy rápido como lo sugieren los verbos de acciones. [...]
[...] Pero lo que me indigna es que la señora compra algunas cosas en el centro comercial, toma el aperitivo en la cafetería o sea que en realidad no lleva prisa. El episodio del aperitivo es muy sorprendente y siento cierta ironía de parti del periodista. La señora aparece aqui mentirosa, indiferente a la miseria del mendigo y a su música. Es como si no se preocopara por los démás, como si su situación privilegiada le impidiera ayudar a los más pobres. Refleja cierta categoría de personas que soló piensan en sí, que son muy egoístas y que tienen un comportamiento individualista. Luego, descubro a otreo personaje: el guarda jurado. [...]
[...] Primero, delante de este centro hay un mendigo que está tocando la flauta para ganarse la vida y una señora que va de compras. Segundo, aparece, como siempre en las zonas comerciales, un guardo jurado cuyo trabajo es vigilar las diferentes tiendas y detener a los ladrones potenciales. Le propongo entonces estudiar a estos 3 personajes y al lugar para empiezar. Segundo, describiré el atraco que va a sufrir la protagonista y las reacciones que tal atraco suscitará en los transéuntes y en el guarda jurado. [...]
[...] La señora trata de recompensarle por su heroísmo, pero el mendigo se niega a aceptar nada que no sea una limosna ordinaria. Cree que se la merece por el simple hecho de tocar el Himno a la alegría. La señora rebusca en el bolso una moneda de 100 pesetas, la echa en el estuche que hay en el suelo y el mendigo inclina la cabeza y se lo agradece. La señora se pierde en la calle. Manuel Vicent, El País, 4-2-1998. [...]
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