Dámaso Alonso, poeta madrileño pertenecía a la generación del veintisiete. A partir de 1939, movido por los acontecimientos que suceden en España, Dámaso conmueve el panorama literario con su obra Los hijos de la ira en 1944.
El poema Insomnio se puede dividir en dos partes diferentes.
La primera parte que ocupa los primeros versos expone la desolación de vivir pudriendose en el nicho de Madrid o el mundo junto a millones de cadáveres, gimiendo y preguntándole a Dios el por qué. La segunda parte que ocupa los tres últimos versos es una interrogación sobre el sentido de su sufrimiento y la razón que le induce a mantenerlo (...)
[...] Se identifica el sufrimiento de las personas con abono, para alimentar algún tipo de huerto desconocido. La segunda pregunta se centra más sobre qué va a servirse de la angustia de los hombres: o los grandes rosales del día” o las tristes azucenas letales” de [sus] noches. grandes rosales del día” son las cosas positivas y grandes a los ojos de las personas. Por el contrario, la azucenas son tristes, letales y nocturnas y pertenecen a las noches. Todo el poema se centra en la noche, como tiempo de la reflexión personal y del sufrimiento, por tanto podemos deducir que las azucenas se identifican como el insomnio que da título a la composición. [...]
[...] Sin embargo, la nueva etapa de la poesia de Dámaso Alonso no abandona por completo la estética del poema, sino que la transforma para dotar de mayor sentimiento a los poemas, en lo que se conoce como tremendismo: el uso de imágenes desgarradas y desagradables. “Hijos de la supone, en definitiva el amanecer de una nueva poesia que deja atrás las influencias estéticas de la generación del 27 para centrarse en temas más humanos, tratados con una forma cuidada para no resultar estética en absoluto : la poesia de posguerra. [...]
[...] El poema Insomnio se puede dividir en dos partes diferentes. La primera parte que ocupa los primeros versos expone la desolación de vivir pudriendose en el nicho de Madrid o el mundo junto a millones de cadáveres, gimiendo y preguntándole a Dios el por qué. La segunda parte que ocupa los tres últimos versos es una interrogación sobre el sentido de su sufrimiento y la razón que le induce a mantenerlo. En esta primera parte, el poeta pregunta a un Dios silencioso por qué millones de personas se pudren lentamente. [...]
[...] En Insomnio”, Dámaso Alonso habla de los hombres como cadáveres vivos cuyas almas se pudren, debido a la rabia que guardan en su interior. Ante esta situación, pide explicaciones a Dios Que huerto quieres abonar con nuestra pobredumbre? Ante la falta de cosas y motivos a los que aferrarse en la vida, los individuos se encierran en un mundo interior de malvivir, donde les atacan sus temores, mientras esperan la muerte: pudren sus almas”. ( Así, muchas personas recurren a la religión, que es la esencia en el poema la sombra” de todo lo que ocurre), Y paso largas horas” trata de dar una sensación del paso del tiempo, de la misma forma que hizo famoso a Azorín (otro autor) mediante la repetición con ligeros cambios de expresiones similares, como la tercera y cuarta estrofas. [...]
[...] Una vez repetido el principio, y como un arrebato de furia, comienza la segunda parte del poema. En los versos seis a diez. Implora a un ser superior de todo lo que acontece en el mundo, y le hace culpable de la angustía de los hombres. Aparece una gradación ascendente en la magnitud de la pregunta, de forma que primero es una pregunta a secas, luego la pregunta se convierte en la pobredumbre del alma del poeta, luego la del millón de madrileños, y por último, la de todos los habitantes de la tierra. [...]
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