Análisis de una cita de Federico García Lorca sobre el teatro español. Afirmó en 1936 en una entrevista: "El teatro necesita que los personajes que aparezcan en la escena lleven un traje de poesía y al mismo tiempo que se les vean los huesos, la sangre. Han de ser tan humanos, tan horrorosamente trágicos y ligados a la vida y al día con una fuerza tal, que muestren sus traiciones, que se aprecien sus olores y que salga a los labios toda la valentía de sus palabras llenas de amor o de ascos."
[...] Se puede pensar en efecto que el intertexto bíblico y poético (autoreferencial) presente en la obra, por su abundancia, resta fuerzas al componente dramático de la obra. El uso de la alegoría, la tendencia al la abstracción y a lo irracional (Z. Carandell) por otra parte hace que el personaje en la obra de Alberti no corresponda tampoco al personaje tal y como lo concibe Lorca. Es de observar en efecto que de las tres obras, LCDBA es la única, de factura bastante clásica, en la que el personaje no sufre realmente un tratamiento novedoso, en el sentido en que no participa la obra de la deconstrucción contemporánea del personaje teatral. [...]
[...] La obra de Alberti es finalmente la única que no determina sus coodenadas espacio-temporales. Paradójicamente, si la obra de Alberti sigue teniendo un interés desde el punto de vista de la historia cultural fue recibida en la época como obra iconoclasta y comprometida sus debilidades dramáticas hicieron que no resistiera la prueba del tiempo. En cambio, las obras de Lorca y Valle- Inclán han pasado a ser dos monumentos imprescindibles de la literatura dramática de la primera mitad del siglo veinte. [...]
[...] Marquina), considerado por los renovadores como artificial e intrascendente. Benavente, que al principio de su producción pretendía romper con la grandilocuencia y la ampulosidad del posromanticismo, acabó también por someterse a unos esquemas estancos y no significó ninguna vía innovadora. La escena española de la época viene regida por unos códigos realistas, no explota las potencialidades de la escena, da de lo real una visión limitada y estereotipada y hace del público un receptor pasivo. Los renovadores de la escena, entre los cuales, se encuentran Lorca, Alberti y Valle-Inclán rechazaron, cada uno a su manera, estas características y van a participar de la crisis que afecta el teatro europeo en su conjunto. [...]
[...] La renovación escénica pasa pues por lo plático y por el lenguaje. El teatro se convierte en el espacio predilecto de una multiplicidad de lenguajes, de sonidos, de imágenes. El lenguaje poético pretende acceder al sentido a partir de las sensaciones. Se trata de ver lo invisible detrás de lo visible, percibir lo inconsciente detrás del imagnario, oír lo inefable detrás de las palabras. La apariencia de las cosas, su disfraz, encubre una realidad profunda que el teatro ha de desvelar. [...]
[...] La voluntad de cambiar el escenario es tanto más fuerte cuanto que llegan desde el extranjero los ecos de obras teóricas como la del inglés Craig, del suizo Appia o del ruso Estanislaski. Y La época es la de la realización de las teorías wagnerianas del teatro total en una voluntad de impactar todos los sentidos del espectador. Lorca, en su cita, no hace más que trasladar al escenario su concepción del texto poético: poeta tiene que ser profesor en los cinco sentidos corporales. [...]
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