1) Este fragmento forma parte de la novela El caldero de Oro escrita en 1981 por José María Merino. Este autor español escribió la novela durante sus primeros viajes a América Central y eso correspondió a las primeras efervescencias del cambio político posterior al franquismo en España.
Se pregunta sobre la identidad del sujeto contemporáneo y también sobre la identidad colectiva.
El fragmento se sitúa al principio del capítulo catorce, más o menos al medio de la obra. En estas páginas se dice que el protagonista se encuentra en « un estado confuso ».
En efecto, a la lectura del fragmento, podemos ver que el escritor utiliza varios procedimientos para mantener la duda sobre dicho estado.
[...] 2) En este fragmento, el tiempo se manifiesta a través dos percepciones distintas, pero al mismo tiempo complementarias.
En efecto, se puede distinguir el tiempo presente en el que habla el protagonista y el tiempo pasado que representa su infancia, sus recuerdos y sus sueños.
Por un lado, en el tiempo presente, el tiempo del relato se caracteriza por una ausencia de marcas precisas. Efectivamente, en los párrafos en los que el protagonista habla (el uno, el dos), el tiempo no está definido y sólo nos enteramos del estado del protagonista (« recién despierto » l.10, « acabas de abrir los ojos » l.62) que nos da indicaciones de tiempo (...)
[...] Según Dominique Casimiro en un artículo publicado en Acta el 18 de octubre de 2010, los narradores-protagonistas se instalan en una dominación del tiempo y un aplazamiento indefinido de la muerte Durante estos momentos en el que sueña, el protagonista alude a ciertas películas. En este extracto, el narrador-protagonista hace referencia a ciertas películas. No da los títulos pero se puede adivinar que se trata de western. Habla de encuentro con los bandoleros, con los cuatreros, con los indios (l.19-20), cherif (l.21), poblado del oeste (l.77). La primera alusión a la película se hace en el tercer párrafo. Luego el narrador alude a la película hablando de aventura imaginada (l.29) en el cuarto y el séptimo párrafo. [...]
[...] José María Merino ofrece aquí una visión confusa de la identidad del protagonista. Si sólo consideramos el fragmento, no tenemos el nombre del personaje. Sólo se hace referencia a Lupi quien es, como lo sabemos, el primo y el compañero del protagonista. Al leer el libro, sabemos que el personaje principal se llama Chino. El estado confuso en el que se encuentra añade todavía más turbio a su identidad. El lector se pregunta, por ejemplo, si fue o no un vaquero, si está soñando o no. [...]
[...] Por otra parte, el yo no puede existir sin la mediación del Otro. Vemos así en el fragmento que el escritor alterna la primera y la segunda persona del singular. Con el yo el narrador nos cuenta lo que sabe de él y del mundo que le rodea; el tu le sirve para comunicar con él mismo pero da la impresión que se dirige al lector o a otro personaje de la ficción. En el fragmento que estudiamos, utiliza la segunda persona del singular no has conseguido l.4, apenas lo reconoce l.10). [...]
[...] Los verbos pasan del presente del indicativo al imperfecto o al pretérito. Indica al lector un cambio de perspectiva pero la impresión de confusión permanece porque el escritor no utiliza ninguna transición para pasar de un estado a otro. Por fin, el protagonista emplea el tu Este procedimiento pone la duda en la mente del lector: ¿Está hablando con alguien? ¿Está hablando al lector o a sí mismo? Según algunas críticas y a la lectura del libro, podemos darnos cuenta que el personaje que se está muriendo utiliza la segunda persona du singular para seguir un diálogo con él mismo. [...]
[...] Por otro lado, podemos pensar que el protagonista revive un acontecimiento vívido por uno de sus antepasados. Se hace la película en su mente. En todos los casos, el protagonista desempeña un papel de héroe porque salva una chica secuestrada (l.22-25). Esta visión heroica está transmitida en sus sueños y marca el trágico fracaso personal del protagonista que, en la realidad, es un perdedor. En el quinto párrafo, el protagonista evoca las baldosas del pasillo de la casa de su infancia. Esta evocación puede corresponder a varias cosas. [...]
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