En varias ocasiones, Cien años de soledad plantea el problema de la palabra, oral o escrita, desconocida que hay que descifrar. Para identificar, comunicar, intercambiar y hasta para entender el funcionamiento del mundo, se necesita traducir e interpretar.
El fragmento que vamos a comentar, situado al principio del tercer movimiento de la novela, es uno de los numerosos casos en que la familia Buendía intenta aclarar, descodificar un acontecimiento inesperado y accidental. Mientras Úrsula se esta quejando a su marido de que los dos niños Arcadio y Amaranta ya no quieran hablar el castellano sino la lengua guajira, Aureliano Buendía da conocimiento de su segunda predicción: « Alguien va a venir » declara. A los pocos días, llega en efecto a casa de los Buendía una muchacha desconocida, Rebeca, cuya identidad y lengua quedan enigmáticas.
Así, lo que me interesa destacar en este pasaje es justamente como se establece el largo proceso de desciframiento de la identidad y del idioma de una joven desconocida cuya finalidad es su propia integración en la familia. Así, el fragmento se erige como un ejemplo más del proceso de codificación - descodificación propia a Cien años de soledad cuya máxima representación es sin duda la estructura misma de la historia: los pergaminos de Melquiades.
[...] Sin embargo, al explicar el motivo de aquel autor anónimo, el narrador establece por primera vez un vínculo entre la familia Buendía y la niña desconocida. El remitente parece haber sido empujado « se sentía obligado » (l 13) por un acto de beneficencia y por la piedad que le inspiraba aquella « pobre huerfanita desamparada » (l 15). Justifica su acción como un « elemental sentido humanitario », hace mención de « caridad » (l14). Y la razón de tal « entrega » la hace explicita: es el supuesto vínculo familiar. Rebeca seria la « prima de Úrsula en un segundo grado » (l 15-16) y por consecuencia la de JA. En efecto, Úrsula y JA son « primos entre si » nos revelaba el narrador en el capitulo anterior. La estirpe Buendía es marcada por el incesto que tanto va a obsesionar a Úrsula y esta llegada es otra manera de traerlo a la memoria del lector. Entonces, es el primer dato de identidad que relaciona la niña directamente con los Buendía. Pero este dato es bastante problemático: si la niña es la primera segunda de Úrsula, significa que los padres de ésta a saber « Nicanor Ulloa y Rebeca Montiel » (l 18-19) son los primos de los padres de aquella. (...)
[...] Sin embargo, estas descripciones no revelan nada en cuanto a lo que nos interesa. Por eso se cierran y otra vez vuelve el tema de la imposibilidad de comprensión entre ambos lados. No parece ni oír ni poder hablar por lo cual se piensa que es sordomuda 41) lo que explicaría su imposibilidad de comunicar y de reaccionar ante los diferentes nombres que leyó Aureliano para encontrarle un nombre propio y fabricarle, crearle una identidad personal. En este caso la incomprensión es doble. [...]
[...] Entonces, a partir de ahí, empieza una búsqueda de informaciones para descifrar esta llegada, esta intrusión en la casa de un elemento que una vez más viene desde fuera. Tenemos cuatro fuentes de informaciones: - Primero, lo más obvio, las indicaciones que puede ofrecer la gente con que llega esta niña. Pero esta primera fuente va a ser un fracaso: la gente con que llega, estos traficantes de pieles - se puede suponer que habían decidido llegar a Macondo para vender sus pieles de las que viven no les pueden dar ninguna información. [...]
[...] - Pero les queda una última fuente posible para descodificar esta llegada anunciada pero inesperada. Es la niña y de ella se espera respuestas. Sin embargo será otro fracaso: a través de la niña leemos fue imposible obtener ninguna información complementaria 16). Una vez en la casa, la niña adopta una actitud de ensimismamiento, de desconfianza. Desde el momento en que llego se sentó a chuparse el dedo en el mecedor y a observar a todos con sus grandes ojos espantados 18-19). [...]
[...] En el extracto tanto la carta (fuente escrita) como la niña (fuente humana) presentan dos niveles de codificación y por consiguiente de descodificación. Primero, la comprensión de las palabras y luego la interpretación. En el caso de la carta, las palabras han de ser ya legibles para una futura interpretación mediante el vínculo con acontecimientos personales y familiares. En cuanto a la niña, para que se realice su integración en el seno de su supuesta propia familia ya tiene que comprender las palabras para luego contestar, intercambiar, identificarse y tomar vida. [...]
[...] En este caso, en comparación con otros, el texto escrito, la carta es obvia: tanto los nombres mencionados como la firma de la carta eran perfectamente legibles Y sin embargo no logran descodificarlo porque les falla la memoria: ni José Arcadio Buendía, ni Úrsula recordaban haber tenido parientes con esos nombres de Manaure 13-16). Lo irónico es justamente este inolvidable amigo del que JA no se acuerda. Es el poder de la palabra: un texto o una lengua puede ser legible pero incomprensible. Sera todo el problema de los pergaminos de Melquiades. Entonces, la carta por más legible que sea, no les ofrece ninguna información que les permitiera identificar a la niña por falta de recuerdos. [...]
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