A la muerte del rey Vitiza, sus hijos y el noble Rodrigo se enfrentaron por el control del trono visigodo; y los hijos de Vitiza tuvieron que pedir ayuda a los musulmanes del norte de África. Los musulmanes entraron en la Península y derrotaron a Rodrigo en Guadalete, ocupando en apenas ocho años toda la Península y obligando a los partidarios de Rodrigo a refugiarse en las regiones seguras del norte, en la cordillera cantábrica y los valles pirenaicos. Allí surgieron los núcleos de resistencia cristianos: Reino Asturleonés, Reino de Navarra, Condado de Aragón y Condados Catalanes, de los que luego hablaremos, y cuya expansión posterior en la Reconquista vino acompañada de un fuerte proceso de repoblación.
Una repoblación oficial se produjo cuando el monarca o sus delegados llevaron la iniciativa repobladora. Conllevaba la organización política, administrativa y religiosa del territorio, con el objetivo de integrar una comunidad o varias en el conjunto del reino. Se inició en el s.IX sobre todo para recuperar ciudades estratégicas y fortificaciones defensivas.
[...] Los señores podían tener multitud de vasallos. Había distintos tipos de feudos o feudum: normalmente se concedían tierras, pero también podían concederse castillos, cargos públicos o rentas; aunque la propiedad siempre se mantenía en el señor, nunca pasaba al vasallo, que sólo tenía derecho a la tenencia y disfrute de la tierra, castillo, cargo o renta. No obstante, pronto se incrementaron los derechos del vasallo frente al señor: el vasallaje no podía ser eliminado por el señor sin causa justificada, el feudo se convirtió en hereditario, y los vasallos podían crear a su vez vasallos propios (aunque con autorización del señor). [...]
[...] También estaba la aristocracia eclesiástica, heredera de la época visigoda, pero dependiente de las donaciones del rey, de los nobles y de algunos particulares. Finalmente, desde finales del s.XI, el desarrollo de las ciudades permitió a las mismas gozar de un régimen privilegiado, y en su interior apareció un grupo social intermedio: los burgueses. Eran mercaderes y artesanos que no precisaban protección señorial. Régimen señorial La repoblación acabó provocando la concentración de propiedad en manos de iglesia, monasterios, nobles y monarcas. [...]
[...] Como a menudo eran tierras yermas, se requería cultivarlas de nuevo. La presura concedía un derecho real sobre el fundo (tierra) para cultivarlo, y normalmente se buscaba la confirmación del rey sobre ese derecho. Cartas de población: eran el principal instrumento de repoblación, y consistían en concesiones al pueblo para fomentar la creación de una comunidad vecinal en un territorio. En ellas se fijaban las relaciones económicas, militares y religiosas entre los nuevos pobladores y los propietarios de la tierra (rey, nobles, obispos, abades). [...]
[...] Allí surgieron los núcleos de resistencia cristianos: Reino Asturleonés, Reino de Navarra, Condado de Aragón y Condados Catalanes, de los que luego hablaremos, y cuya expansión posterior en la Reconquista vino acompañada de un fuerte proceso de repoblación. Tipos de repoblación Repoblación oficial: se produjo cuando el monarca o sus delegados llevaron la iniciativa repobladora. Conllevaba la organización política, administrativa y religiosa del territorio, con el objetivo de integrar una comunidad o varias en el conjunto del reino. Se inició en el siglo IX sobre todo para recuperar ciudades estratégicas y fortificaciones defensivas. [...]
[...] Esta fragmentación llevó a buscar nuevos vínculos entre las personas, creando comunidades de la aldea entre los vecinos, que se juntaban libremente y en plano de igualdad, reuniéndose en un concilium para tomar decisiones comunes. Estas comunidades de aldeas tenían una organización autónoma en lo económico, lo social y lo político; aunque pronto el refuerzo del poder real acabó dando el poder político al rey, o a nobles y eclesiásticos favorecidos por el rey. Clases sociales La presura permitió que aparecieran cultivadores propietarios de sus tierras (privati), pero también había cultivadores asentados en tierras del rey, de un noble o de la Iglesia, que tenían con los propietarios relaciones de dependencia. [...]
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