El 29 de agosto de 1960, Napoleón III entró triunfalmente en la ciudad de Annecy. Mientras su imperio alcanzaba su apogeo, uno de sus sueños, la anexión de Saboya, llegó a ser algo real. El Tratado de Turín, con fecha del 24 de marzo de 1860, oficializó, en efecto, la incorporación de Saboya a Francia. La familia de la “Casa de Saboya”, que iba a unificar Italia, renunció a su territorio de origen que había visto su auge desde el siglo XI.
Debemos precisar, ante todo, que Francia puso sus miras en Saboya mucho antes de su anexión definitiva y que los nexos compartidos por estos dos espacios eran ya abismales. Saboya era, en realidad, un territorio geopolíticamente sensible porque tenía una posición de contacto entre las grandes potencias europeas como Francia, Prusia o Austria.
Tras la Revolución Francesa por ejemplo, los franceses resolvieron decidieron ocupar Saboya y hacer de este lugar un hogar de difusión de los preceptos revolucionarios. Saboya fue entonces francesa entre 1792 y 1814, es decir durante veintiún años.
[...] Cavour y el emperador francés quedaron en liberar Italia pero Napoleón III exigió el otorgamiento que se le otorgara Saboya en contrapartida. Tras las negociaciones, una vez asentada la alianza, Austria zozobró por culpa de esta asociación. Nada impedía, desde ese momento, la anexión de Saboya a Francia conforme al Tratado de Turín: Saboya podía volver a ser francesa. Napoleón III organizó un referéndum pocos días después de esta victoria militar: quería legitimizar esta anexión gracias al sufragio popular para hacer frente a los vituperios de países como el Reino Unido que tenían miedo de la expansión territorial de Francia. [...]
[...] La anexión de Saboya a Francia (1860) El 29 de agosto de 1960, Napoleón III entró triunfalmente en la ciudad de Annecy. Mientras su imperio alcanzaba su apogeo, uno de sus sueños, la anexión de Saboya, llegó a ser algo real. El Tratado de Turín, con fecha del 24 de marzo de 1860, oficializó, en efecto, la incorporación de Saboya a Francia. La familia de la “Casa de Saboya”, que iba a unificar Italia, renunció a su territorio de origen que había visto su auge desde el siglo XI. [...]
[...] Tras esta parodia de voto, Saboya se convirtió en una provincia francesa como otra cualquiera. Simultáneamente a la extinción del dialecto local, los Saboyanos tuvieron que comprometerse en el ejército francés y sufrir las derrotas de 1870 o la Primera Guerra Mundial. Vamos a celebrar, el año próximo, los ciento cincuenta años de la anexión de Saboya a Francia: doy por sentado que la mayoría de los saboyanos, hoy fuertemente integrados a la nación francesa, no recordarán la brusquedad con la que Francia impuso sus normas culturales en esta región. [...]
[...] A mediados del siglo XIX, los saboyanos seguían experimentando un contundente apego para con a Víctor Manuel II y para con hcia la dinastía de la “Casa de Saboya”. No obstante, los intereses geopolíticos del reino sardo y de Francia iban a comprometer este apego. El primer ministro sardo, el conde de Cavour, conocido por su carácter manipulador, tenía un deseo bien claro: asegurar la unidad y la independencia de Italia expulsando al contrincante austriaco. Quería, en un primer momento, destrozar al ejército austriaco sin pedir ayuda a otras potencias. Sin embargo, se dio cuenta, después de rápidas derrotas, que no podía lidiar este asunto él solo. [...]
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