La Segunda República española es un “período de sueños y lágrimas” . Esta cita del actual Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero simboliza totalmente el “mito” que representa este periodo histórico para la izquierda española y, más globalmente, para una aplastante mayoría de las fuerzas democráticas europeas. Régimen reformista cuyo destino fue trágico, la Segunda República se ha convertido en un símbolo de lucha contra ideas juzgadas intolerantes y peligrosas .
Al interior de este periodo, cabe destacar la figura del autor del texto estudiado, Manuel Azaña. Es, en efecto, un personaje clave de un régimen que logró a personificar. Nacido en 1880 en Alcalá de Henares, Manuel Azaña es así un “puro producto” de la Segunda República. Escritor reconocido por su obra , presidente del Ateneo de Madrid desde 1930, Azaña es, como lo escribe Eduardo Haro Tecglen, un “hombre desconocido para el pueblo en las vísperas de la República”.
Parece ser, en realidad, una persona muy discreta que no estuvo en el primer plano durante el proceso de caída de la Monarquía y eso a pesar de su pensamiento claramente republicano. Es en este sentido que el profesor Santos Juliá afirma que, el 14 de julio de 1931, miembros de la coalición republicana deben “ir a su casa, mientras él estaba enfrascado en una novela, para avisarle de que el Gobierno Provisional le espera para proclamar la Segunda República”.
Es verdad que fundó su propio partido, la Acción Republicana, desde el 8 de febrero de 1931 o aún que firmó el Pacto de san Sebastian el 17 de agosto de 1930 para derrocar la Monarquía borbónica, pero es también innegable que representa, al principio de la República, un corriente muy minorista. Nombrado Ministro de la Guerra en el Gobierno Provisional, comienza una reforma muy sensible, la del ejército: es con esta ley, la “ley Azaña”, que empieza a ocupar un puesto central en el paisaje republicano.
[...] Vemos aquí la visión que tiene Azaña sobre el cuerpo social: es un organismo racional que tiene una cierta memoria y que sabe aprender de los hechos históricos. Comprendemos también que Azaña se apoya en la Historia para dar credibilidad a su discurso. Lo que busca es parecer muy organizado y racional para convencer a los otros diputados de su seriedad. Pone por consiguiente de relieve su capacidad a destacar las consecuencias de todas sus palabras. Es en este sentido que hay que analizar las expresiones todas sus inevitables y rigurosas consecuencias” y problema político consiguiente” 14). [...]
[...] En su mente, el apego al sistema republicano y a su ideario subyacente debe progresivamente reemplazar la religión católica en el espíritu de los españoles. Es por eso que “Azaña se enfrentó a los nacionalismos castizos pues consideraba que la función de la inteligencia en el orden político y social resultaba más fuerte que la mera ficción del catolicismo que los caracterizaba”[22]. Esta visión se conforme exactamente al progresivismo, doctrina política que apareció en Francia durante el Tercera Republica, y esta constatación corresponde totalmente con una cita de Romanones que decía, en 1931, que la República española no logra cristalizar en el tipo de una republica semejante a la de Francia, no subsistirá[23]”. [...]
[...] Azaña, en esta semana de debate que fue nombrada la “Semana trágica de la Iglesia” por Víctor Manuel Arbeloa, trata de conciliar las posiciones divergentes de los diputados socialistas y republicanos. Eso explica el lado argumentativo del texto: se dirige a los diputados (lo que explica las alusiones a “señores diputados”, líneas 9 y 15) para convencerlos en lo que concierne su visión personal de las relaciones entre el Estado y la Iglesia. Este tema es, en realidad, muy discutido en las Cortes constituyentes. Cabe recordar aquí las diversas etapas de redacción de los artículos que se refieren a esta problemática. [...]
[...] Para terminar sobre esta “página negra” de la Historia española, podemos citar el propio Azaña que, después de la Guerra Civil, comprendió que el fracaso de su gobierno se debió sobre todo a la problemática religiosa: “Cada vez que repaso los anales del Parlamento constituyente y quiero discurrir dónde se jugó el porvenir de la política republicana y dónde se atravesó la cuestión capital que ha servido para torcer el rumbo de la política, mi pensamiento y mi memoria van, inexorablemente, a la Ley de Congregaciones Religiosas, al artículo 26 de la Constitución, a la política laica, a la neutralidad de la escuela, a todo lo que se ha derivado de bienes, esperanzas y rigores de justicia del principio asentado en la Constitución de las dos España”[54]. Bibliografía: Libro: - CARR, Raymond, España (1808-1939), Barcelona, Esplugues de Llobregat p. [...]
[...] - VELEZ, Iván, II República como ideología”, en El Catoblepas, febrero 2007, p 10. Artículo de prensa: - CALDERON, Manuel, fracaso de Azaña fue la Iglesia”, en La Razón de noviembre de 2008, http://www.larazon.es/noticia/el-fracaso-de- azana-fue-la-iglesia Webografía: - CUEVA MERINO, Julio, cuestión religiosa durante la Segunda República”, en www.ojosdepapel.com. - MARCO, José María, “Introducción a Manuel Azaña” (1880-1940), en el sitio http://www.josemariamarco.com - MUELA, Manuel, Segunda República y Azaña”, en el sitio del CIERE (Centro de Investigación y Estudios Republicanos), www.ciere.org. [...]
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