Lugar del retroceso de la democracia frente al autoritarismo en los años sesenta, América Latina vuelve a ser el escenario de su regreso quince años después.
Desde el Paraguay de Stroessner en 1954, al Brasil de los generales del 1964, pasando por Bolivia en 1971, Argentina en 1976, Ecuador en 1972, Uruguay y Chile en 1973, Perú en 1975 y América Central donde regímenes militares alimentan violentas guerras civiles, nuevos militares vienen a ampliar los rangos de los poderes pretorianos.
Sin embargo, una de las características de los regímenes militares latinoamericanos reside en su carácter no permanente: así, a partir de la mitad de la década de los setenta, hasta los más rígidos regímenes autoritarios fueron dejando poco a poco espacio a los civiles permitiendo el restablecimiento paulatino de las instituciones representativas. En efecto, con la llegada del fin de la guerra fría, y enfrentando crisis económicas y financieras considerables, los militares – ya sea por una autopercepción de misión cumplida, ya sea por una autopercepción de fracaso y búsqueda de mantener mínimas prerrogativas - manifiestan su voluntad de ir devolviendo el poder a los civiles.
De esta manera, después de la ola militarista que sumergió al continente entre 1954 y 1976, empieza, con las elecciones ecuatorianas del 1979, un proceso de retroceso de los regímenes autoritarios en América Latina. Siguiendo Ecuador, viene el Perú en 1980, Honduras en 1981, Bolivia en 1982, Argentina en 1983, Uruguay y Brasil en 1985. Y más tarde, Paraguay en 1989 con un golpe de Estado que traza el camino hacia elecciones presidenciales pluralistas, poniendo de lado la mítica archeo-dictadura del general Stroessner. El mismo año en Chile, un presidente elegido sucede al general Pinochet.
Paradójicamente, muchas veces los militares van a conservar su puesto en primera plana de la escena política en este periodo: siendo actores claves de los pactos y negociaciones entre los poderes dictatoriales y sus oponentes, batiéndose en retirada pero al mismo tiempo protegiendo su retaguardia.
Por lo que se plantea en estas transiciones de regímenes autoritarios a otro tipo de régimen, el problema de la continuidad y de la permanencia de elementos dictatoriales. La transición democrática ha sido definida de diversas formas. La abundante literatura que ha tratado este tema, al parecer, no ha podido generar un lenguaje común que permitiera la distinción más o menos clara de las diferencias entre vocablos ampliamente utilizados. Más bien estos conceptos politólogos están delineados de manera diferente por varios autores y son difíciles de establecer con precisión. Sin embargo, si nos atenemos a la definición dada por los autores O'Donnell y Schmitter una "transición es el intervalo que se extiende entre un régimen político y otro". "Las transiciones están delimitadas, de un lado, por el inicio del proceso de disolución del régimen autoritario, y del otro, por el establecimiento de alguna forma de democracia, el retorno a algún tipo de régimen autoritario o el surgimiento de una alternativa revolucionaria".
El proceso de transición comienza con una apertura mediante la cual el régimen autoritario se ve debilitado y aparece una posibilidad de cambio político. Según O'Donnel y Schmitter la señal de la apertura reside en el hecho en que los gobernantes autoritarios, por cualquier motivo, comienzan a modificar sus propias reglas con vistas a ofrecer mayores garantías para los derechos de los individuos.
Una amplia gama de factores puede producir esta apertura, incluyendo protestas, huelgas, la muerte de un líder, conflictos en el bloque gobernante, crisis económicas y acontecimientos internacionales.
Una vez que la transición comienza, puede seguir rutas muy diferentes, debido a la relativa fuerza tanto de los gobernantes autoritarios como de la oposición, y a las preferencias de los actores en cuanto al resultado final del proceso. Efectivamente, en los procesos de transiciones, los actores no solo defienden sus intereses inmediatos, sino que también luchan por definir las reglas y procedimientos que les serán más favorables en el futuro régimen.
Del paso de un régimen a otro, surge la distinción entre transiciones pactadas y transiciones rupturistas. La transición pactada es controlada por el propio régimen autoritario: se basa en pactos entre las fuerzas políticas. En una transición pactada el gobierno autoritario negocia con la oposición las condiciones de la transición - por tanto se origina “desde arriba”. Al contrario, una transición rupturista no es controlada: se caracteriza por una ruptura entre el régimen autoritario y el régimen post transición y, pues, se origina “desde abajo”.
Así, vemos que si bien los procesos latinoamericanos de transiciones a la democracia parecen ser disparados por los mismos factores, estas no siguen los mismos caminos, procedimientos y tampoco desembocan en regímenes parecidos, ¿A qué se debe? ¿A qué se puede atribuir esta diferencia en las modalidades de desarrollo de las transiciones?
En otras palabras, nos preguntamos, ¿De qué manera se condicionan las transiciones democráticas y de qué forma ellas condicionan los futuros gobiernos democráticos?
Concentrándonos en los casos de Chile, Brasil y Argentina en el periodo que se extiende de los ‘80 a los ‘90 veremos cómo los regímenes autoritarios protagonistas en etapas anteriores, con mayores o menores resistencias, con transiciones continuas o discontinuas, con la suspensión o el mantenimiento de diversos grados de prerrogativas para las fuerzas armadas y también con distintos ritmos, dieron lugar a la instauración de nuevos regímenes democráticos.
[...] Paradójicamente, muchas veces los militares van a conservar su puesto en primera plana de la escena política en este periodo: siendo actores claves de los pactos y negociaciones entre los poderes dictatoriales y sus oponentes, batiéndose en retirada pero al mismo tiempo protegiendo su retaguardia. Por lo que se plantea en estas transiciones de regímenes autoritarios a otro tipo de régimen, el problema de la continuidad y de la permanencia de elementos dictatoriales. La transición democrática ha sido definida de diversas formas. La abundante literatura que ha tratado este tema, al parecer, no ha podido generar un lenguaje común que permitiera la distinción más o menos clara de las diferencias entre vocablos ampliamente utilizados. [...]
[...] qué medida influyen las condiciones económicas, sociales y políticas? Un movimiento internacional de liberalización y de promoción de valores democráticos, vinculados con una coyuntura económica desfavorable Al origen del proceso de democratización en América Latina se encuentra un conjunto de factores, que podemos repartir en dos movimientos. - Presiones internacionales y desencanto revolucionario El factor internacional desempeña un papel catalizador importante en el inicio de las transiciones latinoamericanas. Aparece en esta época en la escena internacional un movimiento de liberalización que impone el respecto de los derechos humanos y del ciudadano y que se ilustra en la política exterior de los EEUU. [...]
[...] Las medidas iníciales del nuevo gobierno evidencian su disposición por revelar la verdad sobre el pasado y llevar a juicio a los culpables, pues, su grado de independencia en cuanto al régimen autoritario pasado. La construcción colectiva de la memoria se desarrolla en un marco delimitado por el poder y una doble tensión: la relación entre el pasado y el futuro y la relación entre la construcción política y la elaboración social. En los países del Cono Sur, la transición hacia un régimen democrático pone en tela de juicio el pasado. [...]
[...] Por tanto, los EEUU apoyan en América Latina tercera fuerza”, es decir las corrientes moderadas marginadas tanto por los movimientos revolucionarios como por los gobiernos autoritarios militares o civiles. Estos regímenes autoritarios se vuelven despotismos detestables para la administración norteamericana que les priva de su apoyo financiero y pasa a apoyar los líderes demócrata- cristianos o socio-demócratas. (Ahora bien, este factor tiene que ser matizado puesto que la actitud estadounidense dependió mucho de sus intereses, y que varias veces el gobierno estadounidense le dio su apoyo a regímenes de carácter dictatoriales, sobre todo en América central. [...]
[...] En estos casos, los militares se configuran como elementos de conservación del status quo. Mas que guiar la transición democrática hacia su natural conclusión la aprobación de una nueva carta constitucional estas fuerzas se preocupan de “controlar” permanentemente el proceso de transición, garantizándose su posición de eje del sistema constitucional. Más que actores de la transición, las instituciones militares acaban convirtiéndose en árbitro de su actuación y evolución. A título de ejemplo, el texto constitucional chileno presenta una concepción institucional de las Fuerzas Armadas peligrosamente autoritaria, que determina en esas no un orden sectorial, sino un poder del Estado o mejor, el poder garante del orden institucional. [...]
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