Ya en 1848, el ministro de asuntos exteriores español afirmó refiriéndose a Cuba que “los españoles preferirían que la isla se hundiera en el océano antes que verla en manos de otra potencia”. Cincuenta años después, tras una serie de insurrecciones independentistas apoyadas militarmente por los Estados Unidos, España perdió definitivamente las últimas colonias que poseía al firmar el tratado de París el 10 de diciembre de 1898 (Cuba, Filipinas, Puerto Rico y la isla de Guam). Con este acontecimiento, la metrópoli vuelve a tener los mismos límites geográficos que bajo el reinado de los reyes católicos.
Sin embargo las consecuencias de 1898, fecha conocida en España como el “año del desastre”, no son sólo de índole colonial. Según el profesor de la Universidad Complutense Luis Enrique Otero Carvajal, 1898 marcó “un punto de inflexión en el transcurrir de la contemporaneidad”. Y es que este año, además de suponer una gran humillación para España, acabó de desacreditar al régimen de la Restauración y cristalizó el descontento que padecían los españoles desde hacía décadas.
[...] Además, esta crisis se manifiesta también muy particularmente en la literatura de la época, que magnifica el desastre. Así, surge la Generación del 98, a la que pertenecen un conjunto de autores que tienen en común un punto de vista crítico y que protestan en sus obras por el desastre, la decadencia y el atraso de España. Se caracterizan por un gran pesimismo respecto a la situación del país a la vez que defienden alternativas para la reconstrucción del país o para su integración en Europa aunque en la época podían resultar un tanto utópicas. [...]
[...] Más que interesarnos en los acontecimientos en sí de 1898, nos preguntaremos si realmente supusieron un desastre para España o si fue más bien el imaginario colectivo de los españoles el que lo ha interpretado como tal. Veremos así que desastre del cuenta con una parte de mito, ya que fue un símbolo que puso en evidencia las deficiencias económicas y políticas del país como “catarsis nacional” A. La cristalización del mal de fin de siglo Las pérdidas coloniales de 1898 suponen una humillación para España no sólo ante la escena mundial sino también a una escala nacional. [...]
[...] España pierde así definitivamente la posibilidad de tener una voz que valga en una Europa que la mira desde arriba. Sus aspiraciones en África también se quedan frustradas y el país desaparece del mapa político mundial por largos años. Esto, el desprestigio que supone y el ambiente de pesimismo tras los sucesos de 1898 justifican la apelación que retuvo la memoria española con respeto a este año, pese a ser tan rotunda y negativa. Bibliografía - CARR Raymond, España, 1808-1975. Ariel Historia - OTERO CARVAJAL Luis Enrique, “Realidad y mito de 1898. [...]
[...] La construcción de un símbolo en el imaginario colectivo El año de 1898 provoca un trauma nacional, suponiendo un desastre moral para los españoles así como para el gobierno. La imagen de España se ha vuelto vergonzosa con la pérdida de los territorios de ultramar y este acontecimiento ha impactado a la opinión pública hasta tal punto que parece que la decadencia de España se reduzca al desastre del 98 y a la pérdida colonial, aunque se deba también a otros factores económicos y políticos. [...]
[...] 1898, desastre? Ya en 1848, el ministro de asuntos exteriores español afirmó refiriéndose a Cuba que españoles preferirían que la isla se hundiera en el océano antes que verla en manos de otra potencia”. Cincuenta años después, tras una serie de insurrecciones independentistas apoyadas militarmente por los Estados Unidos, España perdió definitivamente las últimas colonias que poseía al firmar el tratado de París el 10 de diciembre de 1898 (Cuba, Filipinas, Puerto Rico y la isla de Guam). Con este acontecimiento, la metrópoli vuelve a tener los mismos límites geográficos que bajo el reinado de los reyes católicos. [...]
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