El documento presente es una fuente primaria ya que se trata de la famosa proclama de los generales sublevados en Cádiz en septiembre de 1868. Esta declaración viene doce días después del pronunciamiento militar del almirante Topete en Cádiz también, ciudad donde ya hubo rebelión contra el rey Fernando VII con el general Riego en 1820. Este golpe militar inicia la Revolución llamada frecuentemente la Gloriosa que acaba con el reinado de Isabel II. Este discurso se dirige a todo el pueblo español y su meta es difundir las ideas y los objetivos de la acción de estos militares. Esencialmente tres figuras se destacan en los diferentes generales pronunciados; Juan Prim, Francisco Serrano Bedoya y Juan Topete. En efecto, éstos se van a convertir en miembros activos del gobierno provisional. Serrano será regente, y Prim jefe del gobierno. Este alzamiento militar no quería derribar el gobierno ocupado por la Unión Liberal desde 1856 fundada por O'Donnell después de un golpe de estado suyo, y sobre todo encabezada por el general Serrano mismo. Al contrario, ya se trata de lograr derrocar a la reina lo que se prepara desde 1866 con el Pacto de Ostende que establece una alianza entre los progresistas y muchos moderados, a los cuales se van a unir unos republicanos y unionistas en 1867 en Bruselas después de la muerte de O'Donnell. Después del pronunciamiento, muy rápidamente van avanzando en el país las tropas de Serrano que van a derrotar a las de Isabel II, que acaban por unirse al movimiento revolucionario contra Isabel II.
A lo largo de esta proclama van a enunciar los males según ellos que padece España y sus objetivos relativos a su acción, entrecortando su argumentación de incitaciones virulentas para que se movilice el pueblo a su lado en la lucha contra la reina y su política.
[...] Además, en la línea 53, sí se emplea la palabra a la cual los generales se definen fieles y defensores, lo que podría constituir la definición del patriotismo. El párrafo siguiente hace ni más ni menos la enumeración de todos los males de España, motivos del sublevamiento. En 1856, una Constitución nueva nace, pero nunca será promulgada, así que se sigue aplicando la de 1845 que separa el poder entre las Cortes y el Rey cuya base es la soberanía nacional. [...]
[...] A lo largo de esta proclama van a enunciar los males según ellos que padece España y sus objetivos relativos a su acción, entrecortando su argumentación de incitaciones virulentas para que se movilice el pueblo a su lado en la lucha contra la reina y su política. El discurso empieza con la declaración de rebelión frente a la autoridad de Isabel II, declarando la negación de su “obediencia al Gobierno que reside en Madrid”. Siguen afirmando la legitimidad de este golpe militar hablando de lealtad, anunciando también su voluntad por el pueblo: hacerle soberano de su nación. La cuestión retórica interpela al auditorio, es decir a los españoles, para convencerlos de la necesidad de unirse al movimiento. [...]
[...] Por otro lado, en aquella época, el sufragio censatario sigue siendo en vigor; en efecto, desde 1865, se considera que el de la población puede votar lo que obviamente es una parte ínfima aunque es una aumentación con respecto a antes cuando sólo el votaba. En esta proclama, los generales presentan el sufragio universal como la clave de lo que quieren emprender: una renovación del país, lo que nombran “regeneración” y eso, no solamente políticamente, sino socialmente. Varias veces a lo largo de la proclama se destaca el deseo de convencer a la gente para que se una al sublevamiento. [...]
[...] El sufragio parece totalmente desmantelado, la autonomía de los municipios totalmente reducida, casi inexistente. Se critica también la censura efectiva tanto en la enseñanza como en la prensa que no trata de lo que interesa al pueblo. A esto se añade la denunciación de la inmoralidad que emana del poder, que se refiere sin lugar a dudas a los múltiples favoritos de Isabel II, la cual, como se sabe, tuvo más de diez hijos con padres diferentes. La palabra “escándalos” resume todo esta situación con la que quieren acabar con el apoyo del pueblo, el cual intentan convencer presentando la acción que encabezan como una demostración patriótica. [...]
[...] Esta revolución, que ocurre en una atmósfera de descontento general, se atrae la simpatía popular y toca a una parte muy ancha de la población, finalmente, casi es un hecho de masa. Poco después de este discurso la reina, de veraneo, tuvo que exiliarse a Francia pero no abdicará hasta 1870. Sin embargo, al poco rato después del sublevamiento y diez días antes de esa declaración, se constituye un gobierno provisional con Serrano como jefe, y Juan Prim como ministro de la guerra, el cual remplazará el primero un año después. [...]
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