“Hoy somos todos revolucionarios. Mañana seremos buenos y dignos ciudadanos que acatan el fallo supremo de la Soberanía nacional” . Es así que Joan Prim justificaba el pronunciamiento militar del 17 de septiembre 1868: la revuelta sería el último recurso para un ejército que busca a afirmar dos principios: la Soberanía de la Nación y la moralidad de sus dirigentes.
Debemos recordar, primero, que esta Revolución, denominada la “Gloriosa” o la “Septembrina”, queda un hito importante en la Historia de España. Como lo afirma Rafael Sanz de Diego, la Gloriosa no es “un pronunciamiento más (porque) dejará una huella indeleble en la historia de España. En este sentido se puede comparar con la Revolución francesa o con el 48 europeo” .
Es, en efecto, un movimiento que pone de relieve el arcaísmo del poder político vigente en el país, es decir él de los moderados y de la reina Isabel II. Frente a este poder que presenta “rasgos” claros del Antiguo Régimen (censura, proteccionismo…), los revolucionarios proponen cambios muy significativos que aplicarán cuando estén al poder.
Podemos citar, por ejemplo, la libertad de vientres (el 4 de julio de 1870 con la ley Moret), la libertad de imprenta, la libertad de asociación… Aunque el régimen consecutivo de esta Revolución haya sido muy inestable , podemos así aseverar que las consecuencias de este movimiento son muy importantes para lo que llamamos la “modernización” de España.
[...] No organizaron una distribución de la tierra a los paisanos sino un mercado donde los más ricos y poderosos podían comprar los terrenos propuestos. Este proceso de mercado creyó un intenso movimiento de enriquecimiento de la tierra que no fue, lógicamente, muy propicio para los campesinos. La política ferrovial de los moderados es también muy favorable a los “especuladores”: utilizan la Hacienda para asegurar las inversiones en el ferrocarril manteniendo un tipo de interés de para estas fuentes de financiación. [...]
[...] Comentario - Proclama de los generales sublevados en Cádiz en 1868 somos todos revolucionarios. Mañana seremos buenos y dignos ciudadanos que acatan el fallo supremo de la Soberanía nacional”[1]. Es así que Joan Prim justificaba el pronunciamiento militar del 17 de septiembre 1868: la revuelta sería el último recurso para un ejército que busca a afirmar dos principios: la Soberanía de la Nación y la moralidad de sus dirigentes. Debemos recordar, primero, que esta Revolución, denominada la “Gloriosa” o la “Septembrina”, queda un hito importante en la Historia de España. [...]
[...] La Reina contaba entonces solamente con el apoyo de moderados, que estaban ellos mismos en crisis después de la muerte de Narváez. Sin un programa claro y sin un líder afirmado, ellos no podían contener las acusaciones de inmoralidad y de ineficacia. La Revolución se hace contra un “estado de peligro común” 13) que alude tanto a la situación real de España como a la incapacidad de sus dirigentes. Los sublevados aprovechan esta coyuntura para definirse como el exacto contrario del poder vigente. Una voluntad de aparecer como el exacto contrario del poder vigente. [...]
[...] Nada parecía amenazar, sino todo lo contrario, su posición en España”[26]. Resulta así claro que el contexto internacional no va a impedir el desarrollo de este pronunciamiento, al contrario. En pocas palabras, podemos afirmar que este texto representa claramente la dualidad del pronunciamiento de septiembre de 1868: es una sublevación heteróclita que trata de encontrar bases para un consenso general. No se trata de ir más allá en lo que concierne el programa política porque los demócratas, los progresistas y los unionistas no tienen muchas cosas en común, salvo su oposición a Isabel II y a los moderados. [...]
[...] Destacamos, primero, varias llamadas directas a los españoles en su conjunto. Podemos desde entonces citar las expresiones siguientes: “Españoles” “Españoles, ¿quién la aborrece tanto que no se atreva a exclamar: Así ha de ser siempre?” o “Españoles: acudid todos a las armas” 21). Vemos que los autores no ahorran a los españoles: utilizan el imperativo para convencerles que la sublevación militar es la única solución contra España de hoy”. Usan palabras y expresiones muy directas para responsabilizar a los españoles y para convencerles, en una óptica muy liberal, que el poder moderado no es una fatalidad, que no de ser siempre”. [...]
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