“Miguel Primo de Rivera: la dictadura desmemoriada” . Es con esas palabras que el historiador Iván Vélez describe el régimen político que conoció España entre 1923 y 1930. Es así verdad que la atención de la historiografía contemporánea se centró más en el periodo de la Segunda República que en este régimen.
Debemos esperar, por ejemplo, 1984 para que el primer libro general y objetivo sobre la dictadura de Primo de Rivera fuera publicado . El trabajo de los historiadores en lo que concierne este periodo de la historia política de España fue, además, bastante arduo ya que sólo existía libros subjetivos apoyando este régimen o rechazándole completamente.
El estudio de la dictadura primorriverista parece, no obstante, muy interesante y eso por varias razones. Es, primero, un momento de ruptura con respecto a una Restauración monárquica agotada. Primo de Rivera rompe, en efecto, el turno político pacíficamente establecido en 1876 entre los liberales y los conservadores.
El general cristaliza así el agotamiento de este sistema de la Restauración y propone a España otro camino, él del autoritarismo. Como lo afirma Stanley Paine, el pronunciamiento de Primo de Rivera “cambió drásticamente la ecuación política del país creando la primera dictadura formal de la historia española” . Ramón López Martín trata, por su parte, este régimen primorriverista como la etapa calve del “desmoronamiento (final) del Antiguo Régimen” en España.
[...] El Manifiesto que nos interesa desempeña por lo tanto un papel destacable en el proceso de toma de poder de Primo de Rivera. El general se afirma, en efecto, como una persona llena de voluntad cuando el gobierno parece más preocuparse por su mantenimiento al poder y sin soluciones para los problemas reales del país. El poder vigente parece ser, asimismo, muy débil: se contenta, por ejemplo, con escribir un simple artículo describiendo el movimiento de Primo de Rivera en Cataluña y no busca a oponerse frontalmente a esta sublevación. [...]
[...] Este aspecto está presente desde la primera línea cuando dirige su Manifiesto País y al ejército” 1). Se dirige además directamente a los “españoles” en su globalidad 2 y 21) y crea un “nosotros” que agrupa sectores civiles y militares. Afirma asimismo que van a gobernar “nosotros”, es decir el ejército, hombres civiles” o sea cualquier persona salvo los “profesionales de la política”. Tenemos por consiguiente la impresión de que el Manifiesto de Primo de Rivera es una especie de regreso a los pronunciamientos españoles del siglo XIX en los que un general pretendía mostrar el camino a seguir a toda la Nación. [...]
[...] El autor afirma que representa el “pueblo sano” y sobre todo la “moral y doctrina” 16). Si es difícil definir verdaderamente una “doctrina” propia a Primo de Rivera, su apego personal y político para la cristiana parece indiscutible. Es así lógico que el general andaluz, profundamente enraizado en un sistema de valores que viene más del siglo XIX que del XX, rechace en bloque todos los movimientos izquierdistas. Ya hemos hablado de su falta de conocimiento en lo que concierne la “propaganda comunista” que denuncia en la última frase del texto. [...]
[...] El Rey podía entonces ceder a las demandas del ejército sin hacer concesiones a los movimientos de izquierda. Primo de Rivera rompe completamente con esta dinámica rechazando el antiguo modo de actuación del ejército. Escribe así directamente “basta ya de rebeldías mansas, que sin poner remedio a nada, dañan tanto más ala disciplina que está recia y viril” 17-18). Comprende que un cambio radical de política supone una revuelta que sobrepasa los intereses puros de la corporación militar: tiene que acudir al pueblo para triunfar. [...]
[...] Jordi Casassas Ymbert escribe, por ejemplo, que “será durante de la Dictadura de Primo de Rivera cuando el autoritarismo español va a conseguir su primer planteamiento moderno, al cual dará forma definitiva el franquismo en su primer periodo”[5]. Es también cierto que Franco se “inspiró” del régimen primorriverista a pesar de sus críticas en lo que concierne la “no-institucionalización” de éste. Aunque el “grado de parentesco” entre estos dos regimenes sea muy discutido, no cabe duda de que el estudio del régimen de Primo de Rivera es ineludible para comprender la evolución de España después de la caída del sistema de la Restauración. El documento estudiado posee, él también, un interés cierto. [...]
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