Durante este curso sobre América Latina, hemos tenido la oportunidad de hablar a menudo de la ciudad como el núcleo social clave de las sociedades latinoamericanas del siglo XIX. Jugando un papel de inclusión social y política, se puede calificar a la ciudad, como lo hace François Xavier Guerra, de “entidad de base” de aquellas sociedades.
No obstante, no hay que considerar a la ciudad solamente como un lugar de desarrollo de las relaciones sociales. Tenemos también que estudiar las propias lógicas al medio urbano, es decir el urbanismo. Sin embargo, veremos que este estudio remite igualmente a la armonía social y las ideas políticas de la época especialmente con respecto a la aplicación de los principios higienistas en el urbanismo. Estudiaremos particularmente dos ciudades tratando de compararlas: Buenos Aires y México.
Por consiguiente, a lo largo de nuestra exposición, vamos a situarnos en el contexto de América Latina en el siglo XIX, y preguntarnos ¿en qué medida el higienismo y su traducción en el espacio urbano a través el urbanismo, representan claramente las evoluciones de las aspiraciones y de los ideales de las élites políticas al poder?
En una primera parte, vamos a estudiar las ciudades latinoamericanas hacia las décadas 1860-1870 para destacar los problemas de salubridad y así el contexto de emergencia de los conceptos higienistas. Luego, veremos la institucionalización y la aplicación de las ideas higienistas en el modelo urbanista, es decir el dominio de la biopolítica en las medidas gubernamentales. Por fin, analizaremos el urbanismo como un medio de construir un Estado potente, centralizado y moderno.
[...] En el tercer: los inmigrantes recientes. Y en la periferia: se ubica el cuarto círculo: el de los barrios de la ciudad indígena. Pero, a pesar de estas diferencias, las dos ciudades se parecen en cierto modo ya que conocen hasta el medio del siglo XIX, una “letargo”. La independencia no desencadena de repente cambios radicales en la fisionomía de las dos nuevas capitales. Para ilustrar las condiciones de vida malsanas de las ciudades, podemos dar el ejemplo de Buenos Aires donde las descargas se multiplican en medio de las calles: los porteños hablan de y el más conocido es hueco de dona Engracia” que se encuentra en el centro de la ciudad. [...]
[...] Inspirarse del estilo europeo no es sinónimo de imitarlo. A pesar de una cierta continuidad, hay, también, rupturas. Cuando se lleva una idea en las ciudades de América Latina, esta idea adopta nuevas formas. La modernidad consiste en substituir al antiguo, un nuevo estado de cosas y eso da luz a una ordenación urbana original donde reconocemos rasgos aztecas, españoles, métis, criollos, franceses, estadounidenses: un sincretismo difuso, mestizaje de ideas. Por ejemplo, si existe al extremo fin del siglo XIX una atracción para el estilo estadounidense con la aumentación de pisos en las nuevas construcciones (cf cuadro de Buenos Aires), la ciudad mantiene su modelo de construcción “horizontal”. [...]
[...] Por fin, analizaremos el urbanismo como un medio de construir un Estado potente, centralizado y moderno. I. contexto de la emergencia de las ideas higienistas antigua ciudad y sus problemas Al inicio del siglo XIX, Buenos Aires y México cuentan casi tres siglos de existencia. Pero sus situaciones son diferentes. Con más de habitantes, México siempre es la ciudad más grande de América Latina. Con Lima es la ciudad más potente del Imperio español. En contraste, al fin del siglo XVIII, Buenos Aires tiene solamente habitantes (15 veces menos que México) y los contemporáneos la llaman la “Gran aldea”. [...]
[...] El patrimonio se vuelve un político definiendo una identidad nacional independiente. No es por acaso si el 18 de marzo de 1825, el primer presidente de México, Guadalupe Victoria, funda al Museo Nacional Mexicano[5]. Pero esta memoria de la época pre-colonial está presente, sobre todo, en el Paseo de la Reforma. Estatuas de las glorias nacionales, un monumento en “estilo azteca” (1887) en memoria de Cuauhtémoc, el último soberano indígena ejecutado por Cortés, hacen de esta avenida un gran libro de historia herramienta de centralización del poder: asegurar la potencia de un Estado a través de su pueblo Entonces, hemos visto que el urbanismo se inscribe en un movimiento de construcción nacional. [...]
[...] Primero, permiten un cierto control de la población con una ordenación especial del espacio urbano: durante la noche, hay que iluminar las calles para que no se transformen en nidos para criminales. Hay también que ensancharles. Por ejemplo, en Buenos Aires, a continuación de una ley municipal, las avenidas deben presentar una anchura mínima de 17m excepto en el viejo centro. Además, si se destruye lugares reputados de mala fama como el Ponte de los suspiros en 1856 en Buenos Aires y se construye cárceles como la de Las Heras en 1878, siempre es en esta perspectiva de control del pueblo. [...]
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