Mi exposición va a tratar de la publicidad y evidenciar su índole pérfida, fruto de un capitalismo desbocado. Empecemos con algunas cifras. En Francia el mercado de la publicidad ha aumentado de un 38% desde 1996. En 2007, los gastos publicitarios fueron de 10.700 millones de euros en este país. Les informo que el presupuesto del ministerio de la cultura está ese año de 2.780 millones de euros, o sea cuatro veces menos. Pueden observar la evolución de los ingresos de este sector en EEUU. Pasa de 6000 millones de dólares en 2002, a 21.200 millones de dólares en 2007. Entonces podemos decir que este sector, antes de la crisis financiera mundial, crecía a una velocidad estremecedora.
La publicidad, según el Petit Robert 2008, es el hecho de ejercer una acción sobre el público con fines comerciales; el hecho de hacer conocer y de incitar a adquirir; conjunto de los medios que contribuyen a esta acción.
[...] La publicidad cuesta un montón. De promedio son unos 13.000 que hay que desembolsar para un anuncio durante la pausa de una película. ¡Pero, no son los publicitarios quienes pagan, sino que son los consumidores! Porque evidentemente este precio se reporta en el precio final del producto. Entonces, con menos publicidad, las empresas podrían reducir sus precios o aumentar la calidad de sus productos. Por consiguiente, la gratuidad de los servicios financiados por la publicidad (como las películas en las cadenas privadas o en los periódicos gratuitos) es una falacia. [...]
[...] En efecto, hallamos publicidad por doquier. Un alud de anuncios invade el espacio público, la vida cotidiana (televisión, radio, correo, teléfono, periódicos, cine, Internet, carteles publicitarios, etc.). Hasta tal punto que se convierte en una contaminación medioambiental como opina la asociación “Paysages de France”. La gente puede sentirse agredida por tanta publicidad. Aquí las cifras son interesantes. De promedio, la gente ve más de 3000 mensajes publicitarios por día. Otras fuentes dicen que entre su nacimiento y sus 18 años, cada persona fue expuesta de promedio a 350.000 publicidades. [...]
[...] Además, esas marcas, y es la monda, nos convierten en carteles publicitarios vivos. También a veces, emitimos juicios de valor sobre una persona únicamente mirando a sus ropas. Otra crítica verosímil es que perjudica a la calidad de los programas propuestos. Para tomar el ejemplo de la televisión, la lógica es que los anunciantes compren espacios publicitarios cuando más gente está viéndola. Entonces, cada cadena para ganar más pasta está coaccionada a proponer programas que gustan al público más amplio. [...]
[...] Medir la eficacia de una campaña publicitaria es imposible. Es muy difícil aislar el efecto de la publicidad en el comportamiento de compra. Muchos productos pueden testimoniar que la publicidad no tiene el poder arrollador que imaginamos algunas veces. Así pues, no voy a desgranar todos los malogros, pero productos como la Ford Edsel, o el cigarrillo Zen, por ejemplo, fueron sostenidos por esfuerzos publicitarios considerables y fracasaron estrepitosamente. Tercero, otro argumento contundente bien difundido es la crítica que concierne el lado moral, el impacto en la mente de la gente y sobre todo de los niños. [...]
[...] Sin embargo, a veces los colectivos responsables de estas acciones tienen que pagar para estas desobediencias civiles. Por ejemplo, miembros del “Colectivo de los desmontadores” tuvieron que pagar 1200 para haber inscrito en publicidades: “Pub=contaminación visual” y “Halte au matraquage”. Es de cajón que es un poco excesivo. Pero el cine también ha intentado de sacar las mentes de sus aletargamientos. Voy a mostrarles un extracto de la película 99F. Un ex publicitario quiere vengarse del mundo de la publicidad que le ha destruido. Entonces, consigue en emitir una publicidad modificada para concientizar al público. [...]
Source aux normes APA
Pour votre bibliographieLecture en ligne
avec notre liseuse dédiée !Contenu vérifié
par notre comité de lecture